Posted by : AnjuDark 5/1/11



Conociéndote.


De fondo, la suave melodía invadía la pequeña estancia y llenaba el aire con una fragancia dulce, pasible. Ella escuchaba atenta, sus ojos sorprendidos perseguían el movimiento de los diez dedos que se deslizaban grácilmente sobre las teclas del piano hasta que finalmente se fijaron en el joven que, minutos antes, la había invitado a sentarse a su lado y ahora, tras dejar de interpretar la delicada nota, tomaba sus manos entre las suyas.
 —Toca una vez más – pidió Violeta.
—¿Otra vez?
—¿Te molesta?
—No. Tocar me recuerda a ti. Te lo he dicho,  ¿no?
Asintió, sonriente. Le alegraba saber que Genaro pensara en ella de vez en cuando. Le alegraba, pues, ella pensaba en él casi todo el tiempo.
—Te tengo una sorpresa – anunció Genaro, entregándole un sobre.
—¿Una sorpresa?
—Ábrelo.
Lo hizo y desplegó la hoja que venía dentro. Leyó con atención cada una de las líneas, esbozando poco a poco una extensa sonrisa conforme iba entendiendo que se trataba de un permiso para salir del sanatorio por un día.
—Genaro…
—Dime qué quieres hacer
—Me gustaría escucharte tocar el piano.
No había cosa alguna que le gustará más, aparte de su compañía.
—Vamos a mi casa, entonces.
—¿A tu casa?
—No pienso permitir que te quedes aquí cuando tenemos la oportunidad de salir – se puso de pie y la jaló suavemente para que hiciera lo mismo – Vamos. Hay una sorpresa en tu habitación.
—¿Otra? – se extrañó – ¿A poco hoy es mi cumpleaños?
—No lo sé – rió él – Pero, si quieres que así sea, así será también.
Genaro esperó en la pequeña sala donde la había visto por primera vez,  desplegando aquellos recuerdos con lentitud, mientras Violeta contemplaba con una sonrisa pequeña la blusa tendida sobre las sábanas de su cama. Era un modelo sencillo color beige, de mangas largas y textura suave y fresca. No se preocupó en combinarla, sólo se limitó a ponérsela con un entusiasmo infantil, olvidándose totalmente del resto. Lo único que quería era que Genaro la viera, no deteniéndose a pensar si le sentaba bien o no el corte.
—¡Mira! – llegó corriendo hacia él, descalza, con el cabello muy alborotado y los holgados pantalones blancos de la clínica – ¡Estoy lista!
Y Genaro se echó a reír un buen rato, encantado, mientras ella le acompañaba, aunque no sabía el porqué de tan buen humor. Ella reía porque él reía, una reacción tan simple y espontánea como lo era el respirar.
—Ponte unos zapatos o te lastimarás los pies en cuanto salgamos – recomendó él, apenas y con aliento.
Violeta obedeció y al regresar ya traía puestos un par de tenis y había cambiado los pantalones blancos por unos pants, igual de holgados, pero color azul. Con el cabello no se podía hacer nada, iba tan enredado que los pájaros bien hubiera podido formar un nido en él sin mucho esfuerzo. En pocas palabras: la chica iba hecha un desastre, pero no importaba. Ella no sabía lo mal que se veía y la mirada de Genaro brillaba de ese modo que la hacía sentirse especial…
Dio un paso para salir de la clínica con firme decisión, pero al estar fuera y ver todo lo que le rodeaba, carros, edificios y casas, comenzó a titubear. De no ser por la mano de Genaro apretándose a la suya, hubiera dado media vuelta y regresado a su permanente encierro.
—Tengo miedo –confesó.
—No lo hagas. Yo estoy contigo y no te soltaré…
Y haciendo esa promesa la comenzó a guiar lentamente por las calles, sin soltarla en ningún momento como había prometido. Para Violeta, ver toda esa gente, todos esos puestos de golosinas y accesorios era una experiencia nueva. Esa simpleza, que se ausentaba en sus alucinaciones, hacían de todas ellas un escenario magnifico y real, convirtiendo las horas de caminata en minutos.
—Esta es mi casa – señaló Genaro – Ven, pasa.
Y Violeta aceptó la invitación, contemplando la elegante estructura con inocente curiosidad y quitándose los tenis en cuanto se percató del pulcro alfombrado.
—¿Qué haces? – preguntó él, divertido
—No quiero ensuciar.
—No es necesario que te preocupes por eso.
—¿Puedo hacerlo aún así? – pidió – Me gusta cómo se siente
—Claro – aceptó él, haciendo lo mismo y jalándola directo a la sala de piano.
—¿Y tus padres?
—Creo que no están.
—Es hermoso – se asombró Violeta al contemplar el piano de cola que se hallaba en el centro.
Genaro la condujo hasta él y, con modales de un caballero del siglo XIX, jaló la butaca, se inclinó un poco y, haciendo un gesto ridículamente elegante con la mano, dijo:
—Siéntense, madame.
Violeta obedeció, riendo. Después él se acomodó a su lado y, sin decir más, comenzó a pasear sus dedos por lo largo de las blancas teclas de marfil, produciendo un sonido suave y lento, que poco a poco se fue llenando de sentimiento. Violeta sintió que su alma era invadida por aquella ternura destilada; la sintió cantar en algún rincón secreto, sólo para ella, muy bajito y dulce, como si la estuviera arrullando.
—Esta es la melodía que te conté cuando te conocí – dijo Genaro al terminar de tocar – Love Remembered, de Philip Wesley.
—Es… - Violeta no hallaba las palabras para describirla – Gracias.
Él tomó sus manos con un poco de fuerza, enredado sus dedos entre los suyos y mirándola fijamente a los ojos. Su rostro había cambiado, se mostraba ahora un poco angustiado, pero para Violeta era algo natural. Estaba segura que ella tenía más o menos la misma expresión de miedo. Miedo de pensar, aunque fuera por un segundo, que el estar juntos era una mentira, que esa habitación, el piano y él desaparecerían en cualquier momento. La presión de la mano de Genaro duró otro par de minutos, después se fue relajando poco a poco. Violeta no podría decir en qué momento sus frentes se habían unido para quedar tan cerca, que podía sentir claramente la respiración de Genaro chocar contra la suya. De lo único que era consciente es que esa cercanía le provocaba algo… algo que, pese a que le revolvía el estómago, le gustaba.
—Violeta… – susurró Genaro, haciéndola estremecer, pues nadie antes había dicho su nombre con tanta calidez – Te quiero…
Lo miró a los ojos. En ellos ya no había miedo ni preocupación, en ellos había sinceridad. Ella permaneció en silencio, al no saber qué decir ni cómo interpretar ese “te quiero”. No recordaba que muchas personas se lo hubieran dicho antes. Solamente sus padres y su abuelita, pero Genaro no era parte de su familia, aunque lo consideraba como alguien muy importante. Además, ese “te quiero” era diferente; diferente y muy parecido al “te quiero” que ella, de  no ser por su confusión, le diría a él.
Pensando en eso estaba Violeta, cuando Genaro acomodó una mano sobre su cuello y comenzó a acercarse, culminando la poca distancia que quedaba entre ambos y rozando sus temblorosos y resecos labios con tranquilidad, mientras ella respondía ese gesto con el cerrar de sus ojos y el relajamiento de su boca, disfrutando de ese beso que Genaro le daba, lento, tierno y delicado…
—Feliz cumpleaños – susurró él, sin apartarse mucho, sólo lo necesario para que pudieran recobrar la respiración…



Genaro la encontró quieta, con la punta de sus dedos presionando sus labios y los ojos cerrados. Sus mejillas estaba sonrojadas y su cuerpo temblaba un poco. Parecía recordar algo muy agradable, pues luego, sin dejar aquella postura, sonrió un poco, como que apenada, pero feliz. Esperó sin interrumpir, pues su imagen le resultaba gloriosa de la manera más extraña, como si la estuviera compartiendo de alguna forma. Con cuidado, tomó asiento frente a ella, contemplando aquella maraña color azabache que el viento revolvía a su gusto y el rostro moreno, un poco pálido y con ojeras, curiosamente familiar.
—¿Quién eres? – preguntó sin poderse contener. La muchacha abrió los ojos y le sonrió, como si su presencia allí no le sorprendiera.
—Genaro – volvió a llamarlo por su nombre con esa familiaridad que una parte de él creía recordar, pero se mostraba muy borrosa y distante – Gracias.
¿Gracias? ¿Por qué? ¿De qué? Frunció el seño, confundido. 
—¿Nos conocemos?
—Toca otra vez – pidió ella, como si no lo escuchara - Por favor.
—¿Qué toque? ¿Qué cosa?
—¡El piano, tonto!
—¿El piano…?
—¡Sí! – se levantó y corrió a una banca cercana – ¡Ven! – lo llamó desde ahí y, a pesar de que Genaro sabía que la chica estaba actuando como una loca, aceptó.
—Amable caballero, ¿acaso no me invitará a tomar asiento? – inquirió Violeta con teatral elegancia, arrancándole una sonrisa.
—Claro – siguió Genaro aquel juego con una naturalidad que le sorprendió – Permítame ayudarla, madame.
Pero Violeta, aunque ni ella misma pareció percatarse de ello, esquivó su mano y tomó asiento.
—Es un piano hermoso.
—Tengo uno mejor – dijo él, con voz baja, como quien dice un secreto
—¿En serio?
—Cierra los ojos y te llevaré hasta él – prometió. Violeta lo hizo y él volvió a sonreír por su ingenuidad. Luego tomó una de sus manos con cuidado, temeroso de que ella lo rechazara como lo había hecho segundos antes, comprobando al momento que aquel tacto frío le resultaba, como muchas cosas referentes a esa niñita, conocido.
La llevó a la sala de piano de la clínica psiquiátrica, en la misma que la había visto ayer, y la ayudó a sentarse a su lado.
—Ya puedes abrir los ojos – indicó, soltando sus manos para acomodarla sobre las teclas del piano – ¿Qué quieres que toque?
—Love Remembered – contestó Violeta y él se sorprendió.
Esa melodía era especial. Por alguna razón siempre la mantenía presente en su mente y no había noche alguna en la que no la tocara antes de ir a dormir… pues con ella siempre soñaba estar sentado al lado de alguien en una agradable y fresca habitación…
Una agradable y fresca habitación... Alguien especial junto a él…Cuando terminó de tocar, Genaro fijó su mirada en la pequeña muchacha que se hallaba a su lado. Y entonces comprendió que su silueta era muy parecida a la de persona que le acompañaba en sus sueños.
—¿Quién eres tú? – preguntó por segunda vez, más por necesidad de saber que por curiosidad.
Y ella, mirándole a los ojos, contemplando en ellos aquella angustia y aquel miedo que, alguna vez, llegó a apreciar en un pasado, respondió:
—Soy Violeta…
—Violeta – repitió él, esforzándose por aclarar los obscuros recuerdos – Parece que sabes mucho de mí… ¿Por qué?
—Yo…
—¡Genaro! – estalló una voz, interrumpiéndolos…

One Response so far.

  1. wow , me encanto ya sabes aqui ando de viciosa cuidate mucho suerte en la uni
    te mando mil besitos

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Saludos :)

Anyo~
Gracias por pasar por aquí.
Sé que no aporta nada productivo, pero igual espero
te diviertas un poco y te familiarices más con las historias.
Gracias.

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