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Cuarto Menguante PlayList






22/1/12
Posted by AnjuDark

Cuarto Menguante



La luna es la que rige a los que no somos humanos. Luna Nueva, Luna Creciente, Luna Llena… El cuarto Menguante. Para cada uno de nosotros, estas transiciones poseen una energía que nos altera y nos convierte en los depredadores sin conciencia que realmente somos… 

Sin Género (sinopsis)





Sin Género es una breve relato que narra la historia de Sergio, un adolescente de diecisiete años que, intentando defender a su hermana, golpea a David, su silencioso e introvertido compañero de clases desde  hace años a quien no le prestaba atención hasta lo sucedido. Debido a su irresponsabilidad en la escuela,  David se convierte en el tutor de Sergio. Allí es donde ambos empiezan a conocerse y a darse cuenta que entre ambos se va formando un sentimiento que va más allá de la amistad.


Género: Homosexualidad/Romance/Drama


Autor: AnjuDark


Capítulos: 1

Lo puedes leer en: 

Sin Género




1. Punto de Partida 

―¡Ey! – llamé en cuanto lo reconocí. Él se detuvo y miró hacia los lados.
―¿Me hablas? – preguntó al percatarse que no había nadie más que mis amigos y yo por alrededor.
―¿A quién más?– dije, de manera despectiva, mientras me acercaba.
―¿Tienes algún problema conmigo?

Me sorprendió su serenidad. Desde pequeño fui esa clase de persona que reacciona ante la menor provocación. Él era todo lo contrario, siempre tan ausente, tan ajeno a los demás. Le di un empujón, echándolo hacia atrás fácilmente.

―¿Quién te crees para jugar con mi hermana?
―¿Tú hermana?
―¡No te hagas el imbécil! Sabes de quién hablo.
―Realmente, no lo sé.
―Verónica, pedazo de idiota, VERÓNICA. Quizá necesites que te parta la cara para que no lo olvides.
―Oh, ella…

Su total indiferencia hizo hervir mi sangre. Como he dicho, soy una persona irritable, así que no dude en estrellar mi puño contra su rostro, mandándolo directamente al suelo. Mis amigos soltaron una carcajada, mientras él se limpiaba el hilo de sangre que escurría por una de sus fosas nasales. Le miré desde arriba, preguntándome qué mierda tenía mi hermana en la cabeza como para llorar por un tipo así de enclenque.

Se levantó sin decir ni una maldita palabra. Sus ojos se limitaron a verme fijamente, sin miedo, sin dolor, sin coraje, sin emoción alguna que pudiera ser descifrada. Me resultó ridículo, teniendo en claro que podía dejarlo inmóvil en el suelo si quería. No había forma de que se defendiera. La diferencia entre fuerzas era notoria y en ese callejón a lo mucho y transitaba algún vagabundo alcoholizado.

―Pídele perdón a mi hermana - ordené.
―¿Por qué habría de hacerlo? No recuerdo haberla ofendido. Lo único que hice fue recoger sus ropas y pedirle que se vistiera cuando se desnudó frente a mí.

Le terminé hinchando el otro lado de la cara y partiéndole la nariz. Andrés e Ignacio tuvieron que controlarme. De no ser por ellos, quizá lo hubiera terminado matando a golpes. No importaba si lo que me había dicho era verdad. Es más, yo lo sabía, Verónica no era precisamente una mujer reservada. Quizás debería de estar agradecido por haber evitado que cometiera una estupidez, pero lo único que tenía presente en esos instantes era la expresión temblorosa de mi hermana antes de que yo la encontrara a punto de engullir un buen puñado de pastillas.

Nos marchamos, dejándolo tirado en el suelo.
..

―Sergio, ¿qué has hecho? – preguntó Verónica al reparar las manchitas rojas que habían llegado a mi camisa.
―Nada que te importe.
Esperó a que la hora de la cena terminara. No le convenía hablar del tema. Papá y mamá no sabían nada al respecto.
―¿Lo golpeaste? – exigió saber, en cuanto entró a mi habitación.
―Lo dejé vivo. Si te molesta, lo puedo solucionar.
―¡Sergio!
―¿Qué? – pausé el vídeo juego y la encaré – No me digas que estás preocupada por él después de lo que te hizo.
―Por supuesto que lo estoy – titubeó – Quiero decir, no tenías porqué. Al final de cuentas… yo… fui yo….
―Ya calla – espeté – Te lo dije, está vivo. Es tu problema si quieres seguir atormentándote por algo que no vale la pena. Sólo te pido que no pienses en más idioteces.
―Lo siento – me abrazó desde atrás – Te preocupé, ¿no es así? Lo siento. Ese día, estaba demasiado dolida. He estado enamorada de David desde hace casi dos años. Todo ese tiempo esperé a que me notara. No lo hizo, así que yo… La culpa es mía.

Blanqueé los ojos sin que ella se diera cuenta. No creía necesario mostrarle lo inadmisible que me parecían sus sentimientos. ¿Amar a alguien por tanto tiempo y de manera unilateral? ¿A quién se le ocurre semejante tontería?

Peor aún, ¿A quién se le ocurre enamorarse de un idiota como ese?

  1. Con drama, reflexión e ironía

Él llegó a clases con una costura en la ceja izquierda, el labio partido y el rostro prácticamente irreconocible. Cabe mencionar que habíamos estado en la misma clase desde el inicio de la escuela media, pero jamás habíamos cruzado una sola palabra. Para ser sincero, ni siquiera había notado su existencia hasta que mi hermana se interesó en él y me atacó con preguntas que nunca tuvieron una respuesta.

¿Cómo se llamaba? ¿Dónde vivía? ¿Su edad? ¿Tenía novia? ¿Estaba en algún taller extra escolar? Lo desconocía por completo. Lo único que sabía, y eso porque saltaba fácilmente a la vista, era que casi nadie en la escuela trataba con él, que era de esa clase de personas que se aíslan del resto y pasan a ser una especie de sombra que todos ignoran.

―¿Crees que se queje en la dirección? – preguntó Ignacio.
―No sería mala idea dejarle en claro que no debería de cometer errores – propuso Gabriel.
―¿Lo esperamos a la hora de salida, como ayer? – terció Andrés.

Los tres voltearon a verme, dándome a mí la última palabra. Le di una gran mordida a mi Sándwich antes de contestar.

―Dudo que abra la boca a estas alturas, pero, si lo hace, me aseguraré de arrancarle la lengua.

Dos semanas después y sin recibir ningún reporte. Las heridas que le había ocasionado comenzaban a desaparecer. Era como si nada hubiera sucedido o como si él lo hubiera olvidado por completo. 

Qué aburrido, pensaba cada vez que lo veía, qué cobarde. Verónica tenía que ir mejorando sus gustos si no quería terminar con un bueno para nada.

La señorita Palacios pidió que me quedara a la salida de clases. En otra ocasión, hubiera aceptado de buena gana, cualquier pretexto era bueno para poder ver de cerca aquel enorme y firme par de senos asomándose a través de los elegantes escotes de sus blusas, pero esa tarde me encontraría con Mireya. Y si bien una de mis debilidades eran los pechos copa “C”, nada podía contra las caderas bien torneadas de mi novia.

―Sergio, estuve revisando tus calificaciones.

Ah, mis calificaciones. ¿Qué había de malo en ellas? De acuerdo, reprobaba todos los exámenes bimestrales, pero al final aprobaba las recuperaciones y asunto solucionado. Todos sabíamos eso, ¿por qué venía a preocuparse a estas alturas del partido?

―Son un poco bajas, así que me permití tomarme la libertad de escogerte un tutor para que te apoye.
―No lo necesito. Me pondré a estudiar por mi cuenta para los finales.
―No lo dudo, pero, ¿no crees que es mejor comenzar desde ahora? Quiero decir, no todo el tiempo podrás salvar las cosas en su último momento.

Me pareció innecesario contestar. Los adultos no escuchan a los adolescentes, siempre asumen que tienen la razón, aunque realmente están en un grave error. A mis diecisiete años no podía ganar una discusión con una mujer de casi treinta años, por mucho que lo intentara. Además, si lo pensaba de manera positiva, si lograba librar el semestre sin ninguna recuperación final, podría pedirle a mis padres que me compraran un nuevo ordenador y ellos no podrían negarse.

―¿Y quién es? – quise saber, nada más por simple curiosidad – Mi “tutor”, ¿quién es?
―David Ulloa. Hablé con él y dijo que no tenía ningún problema.
―¿Le dijo que se trataba de mí?
―Llevan años estudiando en la misma clase, ¿cómo no lo sabría? Sergio, espero que tus calificaciones suban para los siguientes exámenes. Puedes retirarte.

¿Qué mierda era esto? ¿Ese mudo bueno para nada, mi tutor?

―¿Pasa algo?
―No.

Mireya se colgó de mi brazo y caminamos en silencio hasta el centro de vídeo juegos en el que nos habíamos conocido siete meses atrás. 

Ambos éramos adictos al x-Box, podíamos pasar horas con un control en mano, sin voltearnos a ver. La mayoría de nuestras citas se basaban en lo mismo: jugar, ir a tomar un café y terminar en un motel barato. A mí me parecía genial.

Lo reconocí sin mucho esfuerzo, en la salida del hotel. Realmente no era una tarea complicada. La finta que se cargaba no era demasiado común, si se pensaba con detenimiento. Cabello medio largo, pantalones militares, playeras de bandas heavy metal. De acuerdo, yo vestía más o menos lo mismo, pero había algo en él que destacaba. Al menos, yo lucía como una persona limpia. Él era la viva representación del desaliño.

Pasé a su lado sin que me notara, justo cuando una chica con ropas góticas le disparaba una bofetada que prometió ser dolorosa. No vi nada más, no me interesaba, pero recuerdo que vagamente pensé que al tipo le gustaba liarse con las mujeres.

..

―Lee esto. Si tienes alguna duda, me preguntas – dijo al día siguiente, entregándome un enorme libro de Historia que dejó sobre su escritorio.

Observé la enorme biblia. Él continuó:

―Las asesorías para matemáticas, química y física serán los martes, jueves y viernes, entre tres y cinco de la tarde. En tu casa.
―¿En mi casa? ¿Realmente eres idiota o simplemente te vale una mierda lo que mi hermana siente por ti?
―De acuerdo, que sea en mi casa entonces – solucionó y se acomodó los casquillos.

Una escupida en la cara era mejor que lo que él hacía. Lo alcé de la camisa del cuello sin mucho esfuerzo.

―¿Quieres que te mate, verdad? – Siseé. – Bájale a tus humos, o te los bajo yo a puñetazos.
―¿Eso es todo lo que puedes hacer? – Contestó – ¿Amenazar, golpear, insultar? Las personas como tú, me dan lástima.

Se liberó de mi agarre con una fuerza que creí incapaz para su complexión. Apreté mis puños, deseando como nada en mi vida desfigurarle para siempre aquella expresión inalterada que lo acompañaba.

― No te creas más de lo que eres.
―Te veo mañana en la parada del autobús. –Dijo, antes tomar sus cosas y pasar a mi lado – Sé puntual.

  1.  La ira nace del temor

Llegué cinco minutos antes y él ya estaba allí, recostado contra la pared de un local de teléfonos celulares, fumando un cigarrillo. 

Tomamos el autobús sin cruzar palabra, acomodándonos como podíamos en medio del tumulto humano. Bajamos en medio de una colonia de mala muerte y caminamos un par de calles hasta que llegamos a una pequeña construcción en obra negra. Él sacó un juego de llaves de su morral y abrió la puerta de hierro oxidado. No me invitó a pasar, pero aún así lo hice. En cuanto pisé dentro, escuché un par de voces que gritaban no muy lejos.

¡Maldita zorra!

Golpes, gemidos, cristales rompiéndose, la voz de una mujer sollozando. Él subió las escaleras como si no pasara nada, como si yo fuera el loco que escuchaba voces que no existían. Lo seguí, un tanto perturbado. Su habitación era una cueva obscura. Había libros tirados en el suelo. Lo único que parecía estar arreglada era su cama. Él tomó asiento en la vieja silla de madera que reposaba frente a una mesa pequeña y cuadrada, e hizo un ademán perezoso, invitándome a hacer lo mismo en el suelo. Con el mismo silencio, alargó el brazo y cogió un juego de hojas blancas. Escribió algo en ellas y luego me lo dio.

―¿Y esto?
―Necesito saber qué tan mal estás en matemáticas para tener un punto de referencia.

Resoplé de manera engreída, y sin más comencé a resolver el primer problema y en poco tiempo continué con el segundo y el tercero. Los gritos no dejaban de escucharse y, fuera de hallarme culpable por no haber aceptado que fuéramos a mi casa, me sentí irritado. Una persona normal no permitiría que alguien, con quien precisamente no te llevas bien, se enterara tan fácilmente de la disfuncionalidad que existe en tu familia, pero a él parecía importarle poco. No había insistido para que fuera de otra manera y yo tenía que pagar las consecuencias de su despreciable indiferencia.

Arrojé el cuaderno a la mesa, él lo cogió como si nada, sin quitarse los casquillos, y lo revisó con detenimiento. Alcanzó una pluma roja e hizo algunas anotaciones, después me dio que las leyera.

―¿Teoremas? –resoplé – ¿Me estás jodiendo?
―Las matemáticas se fundan en ellos para demostrar que son ciertas. Los resultados que tenemos a base de ellas no son triviales. Todos tienen un por qué. El que la multiplicación de un número por cero siempre sea igual a cero, no es creación de la imaginación divina del hombre.

―¿Entonces qué quieres? Mis respuestas están bien, ¿no?
―No basta con que llegues a un número. Tienes que saber interpretarlo.
―A la mierda con esto – susurré.

Un fuerte e inesperado azote abrió la puerta, abriendo paso a una silueta femenina que cayó directo contra el suelo y se arrastró por la habitación.
―¡David! – gritó la mujer, ignorándome por completo.

Fue fácil deducir que era su madre. El parecido entre ambos era asombroso. El mismo cabello negro y lacio, el mismo color de piel pálida en su rostro perfilado, la misma complexión debilucha. 

―¡David, ayúdame! ¡Tu padre me va a matar!

Él caminó hacia ella y la levantó con cuidado, ayudándola a sentarse sobre su cama. Evité mirarlos lo más que pude, pero aún así pude notar que el ojo izquierdo de la señora estaba totalmente cerrado por la hinchazón.

Algo empezó a embestir la puerta como si fuera un toro. Su padre. La mujer gimió y se acurrucó contra la pared, tapándose con las sábanas. Estaba muerta de miedo.

―Creo que ya es momento de que te vayas – dijo él.

Lo seguí, repitiéndome mentalmente que no iba a hacer lo que yo creía. Pero lo hizo, abrió la puerta y, acto seguido, se escuchó un crujido y algo pesado derrumbándose. Todo había sido demasiado rápido. No fue hasta que estábamos bajando las escaleras, que distinguí a un hombre gordo retorciéndose contra el suelo y la sangre que escurría de la nariz rota de mi compañero.

Llegamos a la avenida en la que nos habíamos bajado. Durante todo ese tiempo me había mantenido callado, pero no podía soportarlo más.

―Tu madre…
―Está bien. Cerré la puerta. – contestó, con una serenidad que, lejos de molestarme, comenzaba a temer.
―¿Lo hiciste al propósito? –hablé, rechinando los dientes – ¿Cuánto te costaba abrir tu maldito hocico y decir que tú familia es una mierda y que por eso querías que fuéramos a mi casa?

Sus ojos se centraron en mí, por primera vez en aquella tarde, y descubrí que éstos cumplían la tarea de reflejar sus sentimientos. Había en ellos una mezcla fatal y comprimida de ira, tristeza y vergüenza, pero sobre todo, odio. Odio hacia mí persona.

―¡Maldición! – escupí, ante su silencio – En mi casa. Estudiaremos en mi casa.

..

No lo había notado, pero, si buscaba en los rincones casi perdidos de mi memoria, realmente no era novedad que el chico llegara con algún golpe en la cara. Un detalle tan común que ya todos ignoraban con facilidad.

El chico no tenía amigos (o no al menos en la escuela). Entre los descansos de clases, siempre se quedaba en el salón, sin moverse de su asiento. Hablaba poco cuando alguien se le acercaba. Generalmente eran niñas que se ponían a chillar de felicidad al verlo pasar por los pasillos mientras él las ignoraba con una naturaleza cruel. Cuando llegaba la hora de salida y todos nos arremolinábamos contra las escaleras, huyendo del aula como si se tratara de una bomba nuclear, él daba sus pasos con una lentitud casi forzada, como si la bomba estuviera allá afuera, o quizás, como si quisiera que la explosión le alcanzara. Me di cuenta de estos detalles en un solo día… sin darme cuenta.

Los ojos de Vero se abrieron como platos en cuanto nos vio aparecer en la entrada de la casa.
―Hermano… - musitó, aunque no era a mí a quien veía. – ¿Qué…?
―Venimos a estudiar. No molestes.

Pasamos directo a mi habitación, sin dar más explicaciones.

―¿Realmente no te gusta mi hermana? – no pude evitar preguntar en cuanto estuvimos solos. No era un reproche, sinceramente no me lo explicaba – No es fea. Quizás esté demasiado  flaca y baja de estatura, pero…

Me tendió un paquete de hojas, una manera demasiado peculiar de decir “cállate el hocico”.

―Entre menos tiempo esté aquí, será mejor.

Percatarme que lo dijo pensando en Verónica  hizo que sintiera un poco de simpatía por él.

―Siéntate donde gustes – ofrecí. A diferencia de su cuarto, al mío le sobraban muebles, luz y espacio.

Se acomodó en un gastado sofá de audio que tenía junto a mí vieja consola NINTENDO 64, mientras yo me apresuraba a resolver la serie de ejercicios que me correspondían. Noté que alcanzaba uno de los controles.

―¿Te gustan los videojuegos?
―Algo.
―Puedes encenderlo.

Mi repentina amabilidad parecía perturbarle tan poco como lo habían hecho mis múltiples agresiones. Sin hacer ni el más mínimo gesto, encendió el televisor, conectó los cables y empezó a jugar The Legend of Zelda.

No presté mucha atención a lo que hacía, pensé que se trataba de un novato, pero, oh sorpresa, cuando terminé de resolver los problemas, descubrí que el tío era todo un gurú del tema y al poco tiempo me encontraba con el otro control en mano, jugando a su lado.

The Legend of Zelda, Super Mario y Donkey Kong. Cerca de seis horas invertidas en estos juegos. Hubieran sido más, de no ser porque mi hermana tocó a la puerta y nos preguntó, con mejillas sonrojadas y voz titubeante, si bajaríamos a cenar.

David y yo intercambiamos miradas, asombrados, y dejamos los controles a un lado una vez que mi hermana se retiró.

―Es noche – murmuró, mientras se colgaba la mochila en los hombros – ¿Terminaste los problemas?
―Sí.
―Mañana te los entrego corregidos.
―Perdimos mucho tiempo.
―Qué bueno que te das cuenta – comenzó a escribir rápidamente sobre un par de hojas, al derecho y al revés. Luego las dejó sobre la mesa y señaló hacia ellas – Así no te podrás quejar.
―¿Qué es? – Me acerqué y lo descubrí por mi cuenta. Era más tarea.

Lo que acabo de narrar se repitió con cada martes, jueves y viernes de cada semana. Poco a poco, y sin que yo me percatara de ello, comencé a verlo como amigo… o quizás como algo más.


  1. ¿Amigos?



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Saludos :)

Anyo~
Gracias por pasar por aquí.
Sé que no aporta nada productivo, pero igual espero
te diviertas un poco y te familiarices más con las historias.
Gracias.

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