Archive for noviembre 2010

Ezquisofrenia capítulo 2



Confusión.

—Así que no compones. Sólo tocas. – dijo Violeta.

—Soy malo para eso –admitió Genaro

—No es algo sencillo.

—Para algunas personas parece que sí – apuntó – ¿Y tú? ¿Escribes?

—¿Cómo lo sabes? –se sobresaltó ella. Genaro se limitó a señalar el cuadernito que yacía sobre su regazo – Qué perceptivo...

—¿Puedo? – solicitó. Violeta lo dudó por un segundo, pero al final se negó. El rubor contrastando con su piel morena lo cautivó. Su mano pareció cobrar vida propia, pues cuando menos lo esperaron ambos, éstas ya se encontraba paseando la punta de los dedos por el terciopelo de sus mejillas. Violeta sintió algo raro en el estómago. Algo nuevo e inquietante, pero agradable.

—Lo siento – la cálida caricia se fue así como había llegado – Has de pensar que soy un degenerado. Pero…

—¡Qué absurdo! – Violeta soltó una risita. 

—¿Absurdo?

—Sí – rió un poco más y luego fue ella quien buscó la mano de él – No me molesta que me toques. Eso también me ayuda. No me gustaría despertar un día de estos y enterarme de que eres un “amigo imaginario”. Así que no me sueltes.

Genaro contempló fijamente aquellos grandes ojos de color verde. A sus diecinueve años, no había visto nada parecido. Eran hermosos. Violeta era hermosa, al menos para él. Cualquier otro hubiera podido decir que era demasiado pequeña y flacucha y que sus cabellos siempre desordenados le daban un aspecto sombrío. Que sus labios resecos y pálidos no antojaban para nada un beso y que el color de su mirada perdía cualquier atractivo gracias a las ojeras y el aire desorientado que le adornaban. Pero para Genaro toda esa disparatada combinación le resultaba encantadora. Le gustaba esa forma tan suya de caminar y ese semblante distraído que siempre se reflejaba en su rostro y movimientos. Le gustaba platicar con ella y verla sonreír. Le gustaba lo apacible de su voz y ver cómo el viento enmarañaba aún más su pelo. Pero sobre todo, le gustaba su compañía, esa misma que les permitía estar hora tras horas juntos, sin poder decir ni una sola palabra, y aún sentirse plenamente cómodos…

—¡Genaro!

—¿Qué sucede? – Dio un respingo al contestar.

—Tengo minutos hablándote – dijo la voz al otro lado de la puerta de su habitación. Era su madre – ¿Estás bien?

—Sí – respondió, aún confundido – Me quedé dormido. Lo siento.

—La cena ya está lista.

—En seguida bajo.

Escuchó los pasos de su madre alejarse y luego se dejó caer de espaldas. Miró el techo con detenimiento y tragó saliva. El aturdimiento seguía latente en sí. Aquellas imágenes habían sido tan nítidas, casi tangibles, como las ilusiones que alguna vez llegó a vislumbrar. Pero esta vez no habían sido ilusiones. Su madre le habría escuchado hablar solo en caso de ser así. Había sido un sueño, un sueño que amenazaba con ser real y desaparecer. Ya casi no recordaba nada de él, más que esa chica… esa chica había estado presente.

<<Seguramente fue por la impresión de esta tarde>> se obligó a creer, mientras evocaba el par de esmeraldas  que le habían mirado con aquella extraña mezcla entre el azoro, el reconocimiento y la locura. Luego se estregó la cara con ambas manos y se levantó.

Vio a Andrea desde las escaleras. Ella le dedicó una sonrisa maternal al verlo.

—¿Y papá? – inquirió mientras jalaba la silla y tomaba asiento frente al tazón humeante.

—Dijo que llegaría tarde y que no lo esperáramos para comer.

—Su nuevo puesto lo mantiene muy ocupado –cogió la cuchara y sorbió un poco de sopa.

—Él está muy contento. Trabajó muy duro para  ser subgerente de la empresa.

—Lo sé.

—Y hablando de eso – recordó Andrea – ¿Fuiste a investigar sobre las escuelas que hay en esta ciudad?

—No – admitió, con un gesto de disculpa – Tenía mucho que no hablaba con el Tío Carlos, así que no me percaté de la hora hasta que fue ya muy tarde. Mañana iré a investigar. Así también aprovecho para conocer un poco más los alrededores.

—Me imagino que estuviste toda la mañana en casa de tu tío.

—No – aclaró – Él tenía una cita en el centro clínico en el que trabaja, así que lo acompañé.

—Genaro – la voz y el rostro de Andrea cambiaron al instante – Sabes que no me gusta que vayas a esos lugares.

—No tiene nada de malo, mamá – debatió él, suavemente.

Andrea la miró con dureza, pero ya no discutió más. Se limitó a comer con la actitud silenciosa y desaprobatoria que siempre optaba ante ese tema. Genaro hizo lo mismo, sin prestar mucha atención al mal humor de su madre pues no podía arrancarse de la cabeza a esa muchachita de rostro canela y desgreñado cabello. Sonrío un poco ante el recuerdo difuso de su imagen y suspiró hondamente al estar de regreso a su cuarto. Frunció el ceño y se preguntó una vez más si aquella jovencita era real.

Entonces se convenció de que había sólo una manera de averiguarlo.

..

—No esperaba verte por aquí – lo recibió el tío Carlos, un doctor joven y de carácter alegre y amable, invitándolo a pasar a su consultorio.

Genaro le estrechó fuertemente la mano, después tomó asiento frente al elegante escritorio y echó un rápido vistazo al lugar. 

—Necesitaba hablar contigo.

—Tú dirás.

—Ayer que vine, creo que conocí a una muchacha.

Crees.

—Sí –confirmó. Hizo una pausa antes de continuar – Creo. Eso me preocupa.

—Genaro, tranquilo. Tu enfermedad ya está controlada, pero si tú mismo te sugestionas…

—Lo sé –admitió – Pero esa muchachita era… rara. No la conozco, pero ella dijo mi nombre. Y después desapareció.

—¿Desapareció? ¿Así, nada más?

—Se la llevaron unos enfermeros.

El doctor Carlos recargó la espalda en su confortable sillón de piel y meditó por un par de segundos.

—¿Recuerdas cómo era esa muchacha?

—Tenía ojos color verde.

—Hay muchas pacientes aquí con esa descripción. ¿Podrías ser más específico?

—Yo… – frunció el ceño – Su imagen es un poco difusa. Tengo mala memoria. Pero… me dijo su nombre –recordó vagamente – Vio… Violeta.  Se llamaba Violeta.

—Eso es mejor – dijo Carlos y comenzó a teclear en su computadora – Hay dos pacientes con ese nombre.

Genaro se inclinó para mirar la información habida en la pantalla e inmediatamente se fijó en la fotografía de una jovencita de piel morena y cabello negro.

—Es ella –señaló.

—Vaya, vaya – sonrió Carlos –Creo que, más que haber visto una ilusión, mi sobrino ha sido producto de, ¿cómo le dicen?, un “amor a primera vista”.

—¿Quién es? –pidió saber –  ¿La conoces?

—Una amiga me ha platicado de ella – respondió Carlos –La internaron aquí hace más de medio año. Sufre de esquizofrenia.

—Ya veo… - murmuró. Nadie mejor que él comprendía lo horrible que era padecer esa enfermedad – ¿Tú crees que pueda hablar con ella?

—¿Hablar? – se sorprendió su tío – ¿Sobre qué?

—Quiero saber cómo es que supo mi nombre.

—Pudo haberlo escuchado por allí. O tratarse de una simple coincidencia…

—Aún así. Me gustaría que ella me lo dijera.

—Tendría que preguntarle a mi colega – titubeó Carlos - Genaro, ¿Porqué tanto interés?

—No lo sé...

..

—Sé que quizás te suene extraño, pero, me da gusto que quieras acercártele – decía Graciela mientras lo conducía por el extenso jardín – Violeta siempre está sola. En un principio nos vimos en la necesidad de mantenerla encerrada porque tenía constantes arranques de violencia. Ayer justamente decidimos vigilar su comportamiento al interactuar con más personas pero lo único que hemos notado es que prefiere estar sola.

— ¿Su familia no la visita?

—No puedo darte ese tipo de información. Allí está –frenaron y él la buscó de inmediato.

La encontró allí, aún a varios metros de distancia, sentada bajo la sombra de un árbol, con la mirada perdida en algún pensamiento incógnito. Sin planearlo, Genaro dio un paso al frente. Graciela le detuvo.

—Contéstame una cosa – pidió la doctora – ¿Por qué has venido a verla?

—Mi tío Carlos me preguntó más o menos lo mismo –contestó – Siendo honesto, ni yo mismo lo sé. Al principio sólo quería asegurarme que no estaba recayendo y viendo cosas que no existen. Tampoco sé porqué ella me causó esa impresión. Lo único que tengo claro es que quiero conocerla. No sé porqué, no sé para qué. Sólo sé que tengo que hacerlo…

—Bien – Graciela lo Soltó – Ve con cuidado.

—Gracias –sonrió Genaro y caminó lentamente hacia donde Violeta estaba...




Dormida Entre las Flores







Dormida entre las  Flores.



Te hallé en el filo de una lúgubre noche,
estabas rodeada con flores de mil colores,
Exánime, pálida, ausente y fría.

Te encontré descansando en un lozano jardín,
un jardín que era exclusivamente tuyo.
Vestida con flores, qué hermosa lucías bajo la opaca noche entristecida.

La luna se encubría entre las nubes y censuraba sus lágrimas
sobre tu jardín dormías y entre las flores soñabas
mientras el agrio rocío las bañaban y te bañaban.

Te bañaban…
Mi llanto me vaciaba y te llenaba,
mis ojos abatidos vislumbraban
lo bella que eras al dormir eternamente entre las flores…
21/11/10
Posted by AnjuDark

Es Invierno





Es Invierno...


La fría brisa hiela mucho más de lo que parece.
Desciende nieve invisible a través de mi ventana.
Este frío, más que el cuerpo, entume el alma.

Es invierno...

No hay flores, ni calor.
Me envuelvo sola entre la soledad,
entre el sempiterno silencio que dejaste al partir.

Es invierno...

Mi sol se extinguió,
la llama de mi fogata mengua entre la desesperanza de ya no verte,
el viento susurra que te he perdido para siempre.

Es invierno...

Aquí siempre es un triste, frío y cruel invierno.
Sucumbo lentamente, amilanada en un obscuro rincón que es testigo de mi llanto.
Y yo te suplico, llévame, sálvame de este inicuo invierno...


Para Catalina. 
Por AnjuDark
Posted by AnjuDark

De la Calle Spoiler Cap 15

Fue entonces cuando, sin poder controlarse, los ojos de Jasper descendieron, centrándose en el sujetador que formaba su negra sombra a través de la raída playera.

Alice lo notó y, acto reflejo, se cubrió los pechos con sus brazos, sonrojada.

—Lo siento — balbuceó Jasper, obligándose a clavar la atención en la corriente del río que tenía un color broncíneo, gracias a la llegada del crepúsculo.  

Alice no contestó. Se sentía algo confundida. Había en su interior una insólita mezcla entre la vergüenza y cierta alegría. Debía admitirlo, aquella mirada grave que esos ojos grises le habían dedicado le provocaban cierto regocijo. Tenía tiempo que ella y Jasper estaban juntos, pero hasta la fecha no podía decir qué eran exactamente. La relación que llevaban no era nada parecida a la de Bella, Rose o cualquiera que haya visto antes. Desde aquella tarde, él no la había vuelto a besar ni una sola vez.  Pero nunca la dejaba sola. Sabía que Jasper la quería, lo que no sabía era de qué manera. Y es que hasta para eso hay variedad. Si no, bastaría penetrar en su corazón y vislumbrar lo fuerte que éste latía cada vez que él, por instantes que a veces parecían quiméricos, la tocaba o se acercaba, rompiendo aquella barrera invisible e impenetrable que siempre flotaba entre ambos. ¿Sentiría Jasper lo mismo que ella? ¿Tendría él esa misma necesidad de romper esa distancia que casi laceraba?

—Jasper –llamó, susurrante. Sus ojos se encontraron. Transcurrió un minuto de profundo silencio y entonces ella dijo: — Bésame.




****************************************




—¡Es absurdo! –explotó él – ¿Es que acaso estás ciega? ¿Qué podemos ofrecerle a esa criatura? ¡Nada, maldita sea! ¡Sólo hambre y miserias! ¡Mira a Jacob! ¿Qué podemos hacer por él? ¿Engañarlo? ¿Qué pasará cuando él crezca? ¿Qué es lo único que podremos enseñarle? ¿Qué su vida está destinada a ese tipo de abusos y maltratos? ¡Lo mismo será para este niño, Bella! Recuerda que a veces apenas y nosotros encontramos qué comer.

—¡Sólo los animales abandonan a sus hijos! – siseó Bella – No seré como la mujer que dejó a Jacob en un basurero. No seré como el montón de bestias que se deshacen de tal manera de sus responsabilidades. Lo quiero. Quiero tener a este niño.

—Pero yo no – dijo él, lenta, fríamente...





Esquizofrenia Capítulo 1


Ilusión

El parque parecía inmóvil mientras Violeta le observaba. El viento soplaba, lo sabía por el frío que le calaba los brazos, pero las hojas de los árboles, al igual que sus lacios y negros cabellos, parecían no querer bailar aquella tarde. Había gente; no tanta como para resultar molesta, pero la había. Una niña se mecía solitaria en un columpio, su extensa y pelirroja cabellera ondulaba suavemente mientras sus piecitos apoyaban su punta para balancearse  de atrás hacia adelante, casi con aburrimiento, un segundo antes de que sus redondos ojos color zafiro se fijaran en ella y una sonrisa adornada con hermosos hoyuelos le fuese dedicada. Violeta correspondió el gesto de la misma manera. La niña se columpió un par de veces más y luego se puso de pie para retirarse. Violeta quiso asegurarse de que se dirigiera con su madre o algún pariente, pero la distrajo un avivado juego de fútbol protagonizado por un sexteto de inquietos y entusiastas niños. Una señora caminando del brazo de su esposo la saludó al pasar frente a ella. Violeta no recordaba conocerla, pero aún así le resultó agradable. Intentó alzar una mano, pero ésta no se movió de su hombro.
       

     <<Es el frío>> se dijo, <<hace tanto frío que mi cuerpo pide estar cubierto. Quizás lo mejor es que me vaya a casa>>. Apenas y se acababa de concentrar en este pensamiento, cuando alcanzó a escuchar una melodía suave, rica y relajante. Buscó curiosa por todo el parque y se encontró con  un elegante señor de extravagante bigote negro que tocaba el violín con una habilidad digna de admirar. Su pulcro traje de pingüino, su sombrero de copa y sus zapatos de reluciente charol le recordaron a los caballeros del siglo XIX. Violeta cerró sus ojos y suspiró. El aire tenía una esencia extraña, demasiado fresca.


             <<Este olor...>>.


Sintió que una mano se apoyaba sobre su hombro. Dio un respingó y dirigió su vista hacia un lado. Allí se encontraba alguien, un joven de pálido rostro y negros cabellos que le miraba fijamente a través de unos ojos color verde grisáceos.

            -Hola -le saludaron con voz baja, casi inaudible.

            -Hola -respondió, revolviéndose un poco para deshacerse de aquel agarre que no hizo más que apretarse contra ella -Tú...

            -No te asustes – le pidieron – Sé que soy un extraño, pero no pienso hacerte daño.


Violeta tuvo deseos de discutir sobre el tema. Decir que muy raras (por no decir que ninguna) personas confían en un desconocido que llega así de la nada y casi quiere estrujar tu hombro. Pero no lo hizo. Había algo en ese muchacho que parecía indefenso. Quizás era ese brillo desorientado, casi inadvertido, que fulguraba entre sus pupilas.

            -Mi nombre es Genaro.

            -Violeta -contestó.

            -¿Puedo sentarme contigo?


Ella se hizo a un lado, aceptando. Él se acomodó a su derecha, sin dejar de sostenerla del hombro.

            -Gracias – le sonrieron.


Violeta pensó que la sonrisa de Genaro era linda y se sonrojó. Cubrió su rostro con sus cabellos y situó la vista en sus pies.


                -Me gusta más el piano – dijo Genaro. Ella volvió a mirarlo, confundida, a lo que él, divertido, se explicó: - Es más emotivo que el violín. Al menos desde mi punto de vista.

            -Me gustan algunas piezas de Isaac Shepard - susurró Violeta.

            -Mi compositor favorito es Yanni. Pero tú me recuerdas más a una melodía de Philip Wesley, ¿Le conoces?


Ella negó con la cabeza.


            -Algún día tocaré una pieza de él para ti.

             -¿Sabes tocar piano? -se interesó.

           -Sí. ¿Aceptarías ir conmigo?

            -¿A dónde?

            -A mi casa. Allí tengo un piano. No ahora – se apresuró a aclarar el muchacho, al notar su desconfianza – Disculpa. Te he de estar asustando, ¿no?

                -Algo – asintió ella – No pareces alguien muy normal que digamos. Además – miró la mano que no se alejaba de su hombro – no dejas de tocarme.

                -¿Te molesta? -preguntó Genaro.


Violeta tardó en contestar, no porque no supiera la respuesta, si no porque la respuesta misma le desconcertaba.

                -No – dijo al fin, mirando fijamente esos ojos que cada vez se transformaban en algo más familiar.

                -Algún día tocaré para ti -prometió Genaro, sonriéndole dulcemente.


Violeta y él quedaron un momento en silencio. Un silencio que pareció transformar el sonido del viento en el canto de un gentil piano. Violeta buscó al hombre del violín y ya no lo encontró. Comprobó también que el parque estaba cada vez más vacío, como si las personas estuvieran disolviéndose poco a poco entre los juegos infantiles, los puestos de golosinas o la gran plaza.


                -Si yo te dijera que confío en ti, ¿Me llevarías a tu casa y tocarías el piano para mí?

                -No – contestó Genaro, con una sonrisa amable en los labios

                -¿Porqué?

                -Porque tendría que dejar de tocarte – la miró. Violeta fue capaz de advertir, por un breve segundo, el miedo y la desorientación plasmados nuevamente en sus ojos – Y no quiero hacer eso. No ahora.

            -¿Porqué? - quiso saber.

            -Acabo de salir de una clínica psiquiatra. Soy esquizofrénico – confesó Genaro, con el semblante serio - Estaba seguro que estaba recuperado, pero entonces te vi y, por primera vez en más de un año, dudé si eras real. Ahora mismo aún no termino de convencerme que no eres un producto de mi imaginación. Por eso no quiero dejar de tocarte. Porque sólo así sé que en realidad estás aquí y existes.

                -Estoy aquí – aseguró Violeta, de manera cálida.

                -¿No estás asustada? -inquirió él - Al final de cuentas... yo...

 Negó apresuradamente con la cabeza

           – Estoy aquí.

            -Tengo miedo de que desaparezcas, ¿sabes?

            -No lo haré – juró - Estoy aquí - e intentó alcanzar sus mejillas con sus manos, pero no pudo mover ninguna de las dos - ¡Estoy aquí! - repitió, repentinamente desesperada por no poder tocarlo como ella quería. Y con terror vio que el rostro de Genaro lucía diferente... un poco más desvanecido y lejano - ¡Estoy aquí! ¡Aquí! ¡Contigo!. ¿Genaro?  ¿Genaro?


Genaro ya no estaba. Había desaparecido, así como la niña pelirroja, el infantil equipo de fútbol, la dama que le había saludado y el caballero del violín. Había desaparecido junto con el parque y sus árboles que no se mecían ante el viento, porque en realidad, el frío que sentía era provocado por el aire acondicionado de su blanca habitación. Lo único que había quedado era ese olor extrañamente fresco, un olor a medicamentos, y la atadura de sus manos sobre sus hombros provocada por una camisa de fuerza que se ceñía a su pecho.


Amargas lágrimas se derramaron de sus mejillas y se acurrucó en su cama, desconociendo que un grupo de personas le vigilaban mientras tanto.

            -Tal vez ya es tiempo de quitarle la camisa de fuerza -abogó una joven doctora, llamada Graciela. -durante semanas, no ha tenido ninguna acción agresiva.

            -Sería interesante mirar si ha habido un avance al interactuar con más personas -acordó su colega,  un hombre de edad avanzada y porte serio al que todos le decían, con sumo respecto, “Doctor Patiño”.


La puerta de su habitación se abrió. A los quince minutos, Violeta caminaba por los silenciosos pasillos de un hospital psiquiátrico que, hasta entonces, empezaba realmente a conocer. Graciela la condujo hacia los jardines. Ambas tomaron asiento, en silencio. Violeta aún no tenía la certeza de que lo sucedido fuera real. Al final de cuentas, era esquizofrénica. Todo su mundo bien podía ser una mentira. Todo; incluso hasta ella misma. Lo único que le daba una garantía de estar en la realidad era tocar todo a su alrededor.


Pero en ese instante no le interesaba tanto la realidad o la retorcida fantasía creada por su enloquecida mente. ¿Qué importaba? Si al final de cuentas, no había mucha diferencia entre una y otra. Ambas golpeaban y laceraban casi de la misma manera. Aunque, si lo pensaba detenidamente y era sincera al menos con ella misma, creía que la quimera era a veces un poco más amable y dulce.


                <<Genaro...>>


Un arrullador sonido llegó a sus tímpanos. Violeta miró hacia todos lados.

            -Suena bien, ¿no? - le preguntó la doctora. Ella inclinó levemente su cabeza mientras la estudiaba con detenimiento. <<¿Es real?>> - El sobrino de una colega está ofreciendo un pequeño concierto para los internos de aquí. ¿Quieres ir a ver?


Asintió de inmediato. La doctora le dedicó una sonrisa tierna y le indicó con un gesto que la siguiera. Violeta caminaba más despacio que de costumbre. La gentil sinfonía que había escuchado se iba haciendo cada vez más legible y hermosa. Cuando al fin llegaron a la pequeña sala de madera, vio en el centro de ésta a un joven de negros cabellos y rostro pálido que deslizaba sus dedos por las marfileñas teclas de un piano.

            -Genaro...


Sin pensarlo, Violeta avanzó hacia él. Fue algo tan imprevisto que nadie pudo detenerla. La música cesó. El muchacho sonrío al verla.

            -Hola. ¿Te conozco?


Ella no contestó. Sus ojos verdes lucían desorientados y confundidos, reflejando la pregunta entrañable que danzaba en su interior. <<¿Es real o de nuevo estoy viendo cosas que no existen?>>. La única manera de convencerse era tocándolo. Estiró una mano para hacerlo, pero la doctora Graciela lo evitó.

            -Lo siento -se disculpó la dama – Ella...

            -Está bien – interrumpió el joven, sin dejar de mirar a Violeta -¿Te gusta el piano?


            <<¿Es real?>> ¿Qué importaba? Él estaba allí, de nuevo. Y eso, con enfermedad o sin ella, era bueno. Respondió con un gesto. Genaro la miraba con simpatía. Su sonrisa era amigable y muy afectuosa. De esas sonrisas que sólo se dedican a personas que conoces y quieres desde hace mucho.

            -¿Cuál es tu nombre?

            -Violeta – contestó.

                -Violeta -repitió él, observándola mientras la apartaban sutilmente de su lado, obligándola a caminar lejos y más lejos, de regreso a su habitación.


Genaro contempló un segundo más el camino por el que Violeta se perdió, tan rápido como había llegado. Tan rápido como una ilusión. <<Quizás sí fue una>> suspiró y sus dedos se apretaron contra el piano para comprobar que, efectivamente, estaba allí. <<Después de todo, nadie me aseguró que no podría recaer… ¿Verdad?>>


Y, sin decir nada más, hizo que el piano comenzara a cantar. La pieza que interpretaba se llamaba “Love Remembered”, de Philip Wesley...



Cristal



"Las cicatrices quedan. Las cicatrices arden. La vida es como un Cristal, cuando ésta se rompe, tal vez se puedan volver a unir sus fragmentos... pero quedan grietas y, en el acto, te sangras los dedos"


Cristal nos narra la historia de ocho jóvenes que se conocen al llegar a un centro de rehabilitación. Cada uno de ellos, con ayuda del resto, aprenderá a enfrentar sus problemas tanto físicos como emocionales y descubrirán que las únicas limitaciones que existen en la vida son las que uno mismo se impone. Porque el estar ciego, sordo, mudo o inválido no te impide llegar a amar.

Género: Hurt-Confort/Romance/Drama

Personajes Principales: EdwardxBella, AlicexJasper, RosexEmmett, JacobxReneesme.

Capítulos: 22

Lo puedes leer: AQUÍ
Posted by AnjuDark

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Saludos :)

Anyo~
Gracias por pasar por aquí.
Sé que no aporta nada productivo, pero igual espero
te diviertas un poco y te familiarices más con las historias.
Gracias.

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