Nuestra nueva familia
Esme y Carlisle se conocen en el trabajo e, inevitablemente, se enamoran y deciden casarse. Los problemas comienza cuando los tres hijos de cada uno se conocen y, a pesar de no llevarse bien, tendrán que convivir bajo el mismo techo, como hermanos; lo que es peor, ¿qué pasará cuando, sin darse cuenta y sin poder evitarlo, comienzan a surgir otro tipo de sentimientos que van más allá del odio o del cariño fraternal?
Número de capítulos: 32
Parejas principales: EdwardxBella, AlicexJasper, RosexEmmett
Género: Romance/Humor/Drama
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Posted by AnjuDark
Gothika
Isabella y Alice son amigas y disfrutan de leer historias sobre vampiros, escuchar metal y vestirse de negro. Cierto día, llegan un par de pálidos y misteriosos muchachos a Forks, los cuales demuestran un repentino interés en ellas.
Género: Romance/Drama/Terror
Parejas principales: BellaxEdward, AlicexJasper
Núm. Capítulos: 34
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El Rey León y la Oveja Negra Spiler Cap 30
-¿En
qué tanto pensáis?
-No
creo que sea buena idea decirlo – contesté con voz ahogada, al
no haber tenido tiempo de aclarar mi garganta reseca.
-Tengo
curiosidad
-¿De
verdad? - él asintió. Tomé un suspiro antes de continuar –
Quiero besarte. Eso era lo que estaba pensando.
..
-Al
fin solos – murmuré, como si no lo pudiera creer.
Él
contestó con un apasionado beso que absorbió toda mi respiración.
Yo no pude hacer más que entregarme a la dulce asfixia de su lengua
encontrándose con la mía y pegar mi cuerpo al suyo, sintiendo la
fuerza de sus manos aferrándose a mi cintura...
..
-En
tres días será mi cumpleaños y estaba pensando en hacer una fiesta
– dijo él – en ella, me gustaría anunciar nuestro compromiso y
pedir vuestra mano. Por favor, sé que sois una mujer demasiado
ocupada, pero quédate hasta ése día.
-Allí
estaré – aseguró Heidi, alzando los brazos para colgarse del
cuello de Edward.
Sin Género (sinopsis)
Sin Género es una breve relato que narra la historia de Sergio, un adolescente de diecisiete años que, intentando defender a su hermana, golpea a David, su silencioso e introvertido compañero de clases desde hace años a quien no le prestaba atención hasta lo sucedido. Debido a su irresponsabilidad en la escuela, David se convierte en el tutor de Sergio. Allí es donde ambos empiezan a conocerse y a darse cuenta que entre ambos se va formando un sentimiento que va más allá de la amistad.
Género: Homosexualidad/Romance/Drama
Autor: AnjuDark
Capítulos: 1
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10/1/12
Posted by AnjuDark
Sin Género
―¡Ey! – llamé en cuanto lo reconocí. Él se detuvo y miró hacia los lados.
―¿Me hablas? – preguntó al percatarse que no había nadie más que mis amigos y yo por alrededor.
―¿A quién más?– dije, de manera despectiva, mientras me acercaba.
―¿Tienes algún problema conmigo?
Me sorprendió su serenidad. Desde pequeño fui esa clase de persona que reacciona ante la menor provocación. Él era todo lo contrario, siempre tan ausente, tan ajeno a los demás. Le di un empujón, echándolo hacia atrás fácilmente.
―¿Quién te crees para jugar con mi hermana?
―¿Tú hermana?
―¡No te hagas el imbécil! Sabes de quién hablo.
―Realmente, no lo sé.
―Verónica, pedazo de idiota, VERÓNICA. Quizá necesites que te parta la cara para que no lo olvides.
―Oh, ella…
Su total indiferencia hizo hervir mi sangre. Como he dicho, soy una persona irritable, así que no dude en estrellar mi puño contra su rostro, mandándolo directamente al suelo. Mis amigos soltaron una carcajada, mientras él se limpiaba el hilo de sangre que escurría por una de sus fosas nasales. Le miré desde arriba, preguntándome qué mierda tenía mi hermana en la cabeza como para llorar por un tipo así de enclenque.
Se levantó sin decir ni una maldita palabra. Sus ojos se limitaron a verme fijamente, sin miedo, sin dolor, sin coraje, sin emoción alguna que pudiera ser descifrada. Me resultó ridículo, teniendo en claro que podía dejarlo inmóvil en el suelo si quería. No había forma de que se defendiera. La diferencia entre fuerzas era notoria y en ese callejón a lo mucho y transitaba algún vagabundo alcoholizado.
―Pídele perdón a mi hermana - ordené.
―¿Por qué habría de hacerlo? No recuerdo haberla ofendido. Lo único que hice fue recoger sus ropas y pedirle que se vistiera cuando se desnudó frente a mí.
Le terminé hinchando el otro lado de la cara y partiéndole la nariz. Andrés e Ignacio tuvieron que controlarme. De no ser por ellos, quizá lo hubiera terminado matando a golpes. No importaba si lo que me había dicho era verdad. Es más, yo lo sabía, Verónica no era precisamente una mujer reservada. Quizás debería de estar agradecido por haber evitado que cometiera una estupidez, pero lo único que tenía presente en esos instantes era la expresión temblorosa de mi hermana antes de que yo la encontrara a punto de engullir un buen puñado de pastillas.
Nos marchamos, dejándolo tirado en el suelo.
..
―Sergio, ¿qué has hecho? – preguntó Verónica al reparar las manchitas rojas que habían llegado a mi camisa.
―Nada que te importe.
Esperó a que la hora de la cena terminara. No le convenía hablar del tema. Papá y mamá no sabían nada al respecto.
―¿Lo golpeaste? – exigió saber, en cuanto entró a mi habitación.
―Lo dejé vivo. Si te molesta, lo puedo solucionar.
―¡Sergio!
―¿Qué? – pausé el vídeo juego y la encaré – No me digas que estás preocupada por él después de lo que te hizo.
―Por supuesto que lo estoy – titubeó – Quiero decir, no tenías porqué. Al final de cuentas… yo… fui yo….
―Ya calla – espeté – Te lo dije, está vivo. Es tu problema si quieres seguir atormentándote por algo que no vale la pena. Sólo te pido que no pienses en más idioteces.
―Lo siento – me abrazó desde atrás – Te preocupé, ¿no es así? Lo siento. Ese día, estaba demasiado dolida. He estado enamorada de David desde hace casi dos años. Todo ese tiempo esperé a que me notara. No lo hizo, así que yo… La culpa es mía.
Blanqueé los ojos sin que ella se diera cuenta. No creía necesario mostrarle lo inadmisible que me parecían sus sentimientos. ¿Amar a alguien por tanto tiempo y de manera unilateral? ¿A quién se le ocurre semejante tontería?
Peor aún, ¿A quién se le ocurre enamorarse de un idiota como ese?
Peor aún, ¿A quién se le ocurre enamorarse de un idiota como ese?
- Con drama, reflexión e ironía
Él llegó a clases con una costura en la ceja izquierda, el labio partido y el rostro prácticamente irreconocible. Cabe mencionar que habíamos estado en la misma clase desde el inicio de la escuela media, pero jamás habíamos cruzado una sola palabra. Para ser sincero, ni siquiera había notado su existencia hasta que mi hermana se interesó en él y me atacó con preguntas que nunca tuvieron una respuesta.
¿Cómo se llamaba? ¿Dónde vivía? ¿Su edad? ¿Tenía novia? ¿Estaba en algún taller extra escolar? Lo desconocía por completo. Lo único que sabía, y eso porque saltaba fácilmente a la vista, era que casi nadie en la escuela trataba con él, que era de esa clase de personas que se aíslan del resto y pasan a ser una especie de sombra que todos ignoran.
―¿Crees que se queje en la dirección? – preguntó Ignacio.
―No sería mala idea dejarle en claro que no debería de cometer errores – propuso Gabriel.
―¿Lo esperamos a la hora de salida, como ayer? – terció Andrés.
Los tres voltearon a verme, dándome a mí la última palabra. Le di una gran mordida a mi Sándwich antes de contestar.
―Dudo que abra la boca a estas alturas, pero, si lo hace, me aseguraré de arrancarle la lengua.
Dos semanas después y sin recibir ningún reporte. Las heridas que le había ocasionado comenzaban a desaparecer. Era como si nada hubiera sucedido o como si él lo hubiera olvidado por completo.
Qué aburrido, pensaba cada vez que lo veía, qué cobarde. Verónica tenía que ir mejorando sus gustos si no quería terminar con un bueno para nada.
La señorita Palacios pidió que me quedara a la salida de clases. En otra ocasión, hubiera aceptado de buena gana, cualquier pretexto era bueno para poder ver de cerca aquel enorme y firme par de senos asomándose a través de los elegantes escotes de sus blusas, pero esa tarde me encontraría con Mireya. Y si bien una de mis debilidades eran los pechos copa “C”, nada podía contra las caderas bien torneadas de mi novia.
―Sergio, estuve revisando tus calificaciones.
Ah, mis calificaciones. ¿Qué había de malo en ellas? De acuerdo, reprobaba todos los exámenes bimestrales, pero al final aprobaba las recuperaciones y asunto solucionado. Todos sabíamos eso, ¿por qué venía a preocuparse a estas alturas del partido?
―Son un poco bajas, así que me permití tomarme la libertad de escogerte un tutor para que te apoye.
―No lo necesito. Me pondré a estudiar por mi cuenta para los finales.
―No lo dudo, pero, ¿no crees que es mejor comenzar desde ahora? Quiero decir, no todo el tiempo podrás salvar las cosas en su último momento.
Me pareció innecesario contestar. Los adultos no escuchan a los adolescentes, siempre asumen que tienen la razón, aunque realmente están en un grave error. A mis diecisiete años no podía ganar una discusión con una mujer de casi treinta años, por mucho que lo intentara. Además, si lo pensaba de manera positiva, si lograba librar el semestre sin ninguna recuperación final, podría pedirle a mis padres que me compraran un nuevo ordenador y ellos no podrían negarse.
―¿Y quién es? – quise saber, nada más por simple curiosidad – Mi “tutor”, ¿quién es?
―David Ulloa. Hablé con él y dijo que no tenía ningún problema.
―¿Le dijo que se trataba de mí?
―Llevan años estudiando en la misma clase, ¿cómo no lo sabría? Sergio, espero que tus calificaciones suban para los siguientes exámenes. Puedes retirarte.
¿Qué mierda era esto? ¿Ese mudo bueno para nada, mi tutor?
―¿Pasa algo?
―No.
Mireya se colgó de mi brazo y caminamos en silencio hasta el centro de vídeo juegos en el que nos habíamos conocido siete meses atrás.
Ambos éramos adictos al x-Box, podíamos pasar horas con un control en mano, sin voltearnos a ver. La mayoría de nuestras citas se basaban en lo mismo: jugar, ir a tomar un café y terminar en un motel barato. A mí me parecía genial.
Lo reconocí sin mucho esfuerzo, en la salida del hotel. Realmente no era una tarea complicada. La finta que se cargaba no era demasiado común, si se pensaba con detenimiento. Cabello medio largo, pantalones militares, playeras de bandas heavy metal. De acuerdo, yo vestía más o menos lo mismo, pero había algo en él que destacaba. Al menos, yo lucía como una persona limpia. Él era la viva representación del desaliño.
Pasé a su lado sin que me notara, justo cuando una chica con ropas góticas le disparaba una bofetada que prometió ser dolorosa. No vi nada más, no me interesaba, pero recuerdo que vagamente pensé que al tipo le gustaba liarse con las mujeres.
..
―Lee esto. Si tienes alguna duda, me preguntas – dijo al día siguiente, entregándome un enorme libro de Historia que dejó sobre su escritorio.
Observé la enorme biblia. Él continuó:
―Las asesorías para matemáticas, química y física serán los martes, jueves y viernes, entre tres y cinco de la tarde. En tu casa.
―¿En mi casa? ¿Realmente eres idiota o simplemente te vale una mierda lo que mi hermana siente por ti?
―De acuerdo, que sea en mi casa entonces – solucionó y se acomodó los casquillos.
Una escupida en la cara era mejor que lo que él hacía. Lo alcé de la camisa del cuello sin mucho esfuerzo.
―¿Quieres que te mate, verdad? – Siseé. – Bájale a tus humos, o te los bajo yo a puñetazos.
―¿Eso es todo lo que puedes hacer? – Contestó – ¿Amenazar, golpear, insultar? Las personas como tú, me dan lástima.
Se liberó de mi agarre con una fuerza que creí incapaz para su complexión. Apreté mis puños, deseando como nada en mi vida desfigurarle para siempre aquella expresión inalterada que lo acompañaba.
― No te creas más de lo que eres.
―Te veo mañana en la parada del autobús. –Dijo, antes tomar sus cosas y pasar a mi lado – Sé puntual.
- La ira nace del temor
Llegué cinco minutos antes y él ya estaba allí, recostado contra la pared de un local de teléfonos celulares, fumando un cigarrillo.
Tomamos el autobús sin cruzar palabra, acomodándonos como podíamos en medio del tumulto humano. Bajamos en medio de una colonia de mala muerte y caminamos un par de calles hasta que llegamos a una pequeña construcción en obra negra. Él sacó un juego de llaves de su morral y abrió la puerta de hierro oxidado. No me invitó a pasar, pero aún así lo hice. En cuanto pisé dentro, escuché un par de voces que gritaban no muy lejos.
Tomamos el autobús sin cruzar palabra, acomodándonos como podíamos en medio del tumulto humano. Bajamos en medio de una colonia de mala muerte y caminamos un par de calles hasta que llegamos a una pequeña construcción en obra negra. Él sacó un juego de llaves de su morral y abrió la puerta de hierro oxidado. No me invitó a pasar, pero aún así lo hice. En cuanto pisé dentro, escuché un par de voces que gritaban no muy lejos.
―¡Maldita zorra!
Golpes, gemidos, cristales rompiéndose, la voz de una mujer sollozando. Él subió las escaleras como si no pasara nada, como si yo fuera el loco que escuchaba voces que no existían. Lo seguí, un tanto perturbado. Su habitación era una cueva obscura. Había libros tirados en el suelo. Lo único que parecía estar arreglada era su cama. Él tomó asiento en la vieja silla de madera que reposaba frente a una mesa pequeña y cuadrada, e hizo un ademán perezoso, invitándome a hacer lo mismo en el suelo. Con el mismo silencio, alargó el brazo y cogió un juego de hojas blancas. Escribió algo en ellas y luego me lo dio.
―¿Y esto?
―Necesito saber qué tan mal estás en matemáticas para tener un punto de referencia.
Resoplé de manera engreída, y sin más comencé a resolver el primer problema y en poco tiempo continué con el segundo y el tercero. Los gritos no dejaban de escucharse y, fuera de hallarme culpable por no haber aceptado que fuéramos a mi casa, me sentí irritado. Una persona normal no permitiría que alguien, con quien precisamente no te llevas bien, se enterara tan fácilmente de la disfuncionalidad que existe en tu familia, pero a él parecía importarle poco. No había insistido para que fuera de otra manera y yo tenía que pagar las consecuencias de su despreciable indiferencia.
Arrojé el cuaderno a la mesa, él lo cogió como si nada, sin quitarse los casquillos, y lo revisó con detenimiento. Alcanzó una pluma roja e hizo algunas anotaciones, después me dio que las leyera.
―¿Teoremas? –resoplé – ¿Me estás jodiendo?
―Las matemáticas se fundan en ellos para demostrar que son ciertas. Los resultados que tenemos a base de ellas no son triviales. Todos tienen un por qué. El que la multiplicación de un número por cero siempre sea igual a cero, no es creación de la imaginación divina del hombre.
―¿Entonces qué quieres? Mis respuestas están bien, ¿no?
―No basta con que llegues a un número. Tienes que saber interpretarlo.
―A la mierda con esto – susurré.
Un fuerte e inesperado azote abrió la puerta, abriendo paso a una silueta femenina que cayó directo contra el suelo y se arrastró por la habitación.
―¡David! – gritó la mujer, ignorándome por completo.
Fue fácil deducir que era su madre. El parecido entre ambos era asombroso. El mismo cabello negro y lacio, el mismo color de piel pálida en su rostro perfilado, la misma complexión debilucha.
―¡David, ayúdame! ¡Tu padre me va a matar!
Él caminó hacia ella y la levantó con cuidado, ayudándola a sentarse sobre su cama. Evité mirarlos lo más que pude, pero aún así pude notar que el ojo izquierdo de la señora estaba totalmente cerrado por la hinchazón.
Algo empezó a embestir la puerta como si fuera un toro. Su padre. La mujer gimió y se acurrucó contra la pared, tapándose con las sábanas. Estaba muerta de miedo.
―Creo que ya es momento de que te vayas – dijo él.
Lo seguí, repitiéndome mentalmente que no iba a hacer lo que yo creía. Pero lo hizo, abrió la puerta y, acto seguido, se escuchó un crujido y algo pesado derrumbándose. Todo había sido demasiado rápido. No fue hasta que estábamos bajando las escaleras, que distinguí a un hombre gordo retorciéndose contra el suelo y la sangre que escurría de la nariz rota de mi compañero.
Llegamos a la avenida en la que nos habíamos bajado. Durante todo ese tiempo me había mantenido callado, pero no podía soportarlo más.
―Tu madre…
―Está bien. Cerré la puerta. – contestó, con una serenidad que, lejos de molestarme, comenzaba a temer.
―¿Lo hiciste al propósito? –hablé, rechinando los dientes – ¿Cuánto te costaba abrir tu maldito hocico y decir que tú familia es una mierda y que por eso querías que fuéramos a mi casa?
Sus ojos se centraron en mí, por primera vez en aquella tarde, y descubrí que éstos cumplían la tarea de reflejar sus sentimientos. Había en ellos una mezcla fatal y comprimida de ira, tristeza y vergüenza, pero sobre todo, odio. Odio hacia mí persona.
―¡Maldición! – escupí, ante su silencio – En mi casa. Estudiaremos en mi casa.
..
No lo había notado, pero, si buscaba en los rincones casi perdidos de mi memoria, realmente no era novedad que el chico llegara con algún golpe en la cara. Un detalle tan común que ya todos ignoraban con facilidad.
El chico no tenía amigos (o no al menos en la escuela). Entre los descansos de clases, siempre se quedaba en el salón, sin moverse de su asiento. Hablaba poco cuando alguien se le acercaba. Generalmente eran niñas que se ponían a chillar de felicidad al verlo pasar por los pasillos mientras él las ignoraba con una naturaleza cruel. Cuando llegaba la hora de salida y todos nos arremolinábamos contra las escaleras, huyendo del aula como si se tratara de una bomba nuclear, él daba sus pasos con una lentitud casi forzada, como si la bomba estuviera allá afuera, o quizás, como si quisiera que la explosión le alcanzara. Me di cuenta de estos detalles en un solo día… sin darme cuenta.
Los ojos de Vero se abrieron como platos en cuanto nos vio aparecer en la entrada de la casa.
―Hermano… - musitó, aunque no era a mí a quien veía. – ¿Qué…?
―Venimos a estudiar. No molestes.
Pasamos directo a mi habitación, sin dar más explicaciones.
―¿Realmente no te gusta mi hermana? – no pude evitar preguntar en cuanto estuvimos solos. No era un reproche, sinceramente no me lo explicaba – No es fea. Quizás esté demasiado flaca y baja de estatura, pero…
Me tendió un paquete de hojas, una manera demasiado peculiar de decir “cállate el hocico”.
―Entre menos tiempo esté aquí, será mejor.
Percatarme que lo dijo pensando en Verónica hizo que sintiera un poco de simpatía por él.
―Siéntate donde gustes – ofrecí. A diferencia de su cuarto, al mío le sobraban muebles, luz y espacio.
Se acomodó en un gastado sofá de audio que tenía junto a mí vieja consola NINTENDO 64, mientras yo me apresuraba a resolver la serie de ejercicios que me correspondían. Noté que alcanzaba uno de los controles.
―¿Te gustan los videojuegos?
―Algo.
―Puedes encenderlo.
Mi repentina amabilidad parecía perturbarle tan poco como lo habían hecho mis múltiples agresiones. Sin hacer ni el más mínimo gesto, encendió el televisor, conectó los cables y empezó a jugar The Legend of Zelda.
No presté mucha atención a lo que hacía, pensé que se trataba de un novato, pero, oh sorpresa, cuando terminé de resolver los problemas, descubrí que el tío era todo un gurú del tema y al poco tiempo me encontraba con el otro control en mano, jugando a su lado.
The Legend of Zelda, Super Mario y Donkey Kong. Cerca de seis horas invertidas en estos juegos. Hubieran sido más, de no ser porque mi hermana tocó a la puerta y nos preguntó, con mejillas sonrojadas y voz titubeante, si bajaríamos a cenar.
David y yo intercambiamos miradas, asombrados, y dejamos los controles a un lado una vez que mi hermana se retiró.
―Es noche – murmuró, mientras se colgaba la mochila en los hombros – ¿Terminaste los problemas?
―Sí.
―Mañana te los entrego corregidos.
―Perdimos mucho tiempo.
―Qué bueno que te das cuenta – comenzó a escribir rápidamente sobre un par de hojas, al derecho y al revés. Luego las dejó sobre la mesa y señaló hacia ellas – Así no te podrás quejar.
―¿Qué es? – Me acerqué y lo descubrí por mi cuenta. Era más tarea.
Lo que acabo de narrar se repitió con cada martes, jueves y viernes de cada semana. Poco a poco, y sin que yo me percatara de ello, comencé a verlo como amigo… o quizás como algo más.
- ¿Amigos?
Posted by AnjuDark
Confesiones de un Monstruo.
Versión de Edward para Te amo aún después de la Muerte.
Prólogo
Capítulo 1: De Regreso...
La vida puede consumirse en un solo instante. La muerte llega sin que estemos preparados para ella, sin respetar ni oír absolutamente nada.... Volviéndonos inútiles, postrándonos ante sus pies con deleite, riéndose de nuestros ruegos, de nuestras aflicciones, de nuestros sueños incumplidos...
Miedo. Terror. Tristeza... Mientras me arrastro fuera de las llamas abrazantes, yo tiemblo. No quiero morir. Me encuentro luchando por hallar la fuerza que obligue a mi corazón a seguir latiendo, inhalo profundamente el aire para que éste llegue a mis pulmones y entierro mis uñas en la tierra, para que nadie pueda arrancarme de ésta.
No quiero morir, realmente no lo quiero... Por ella, por la muchacha que tanto me ama y amo también. Por ella, por quien cada día es mejor que el otro, por la que los errores no son castigos, si no enseñanzas, por la que me espera... por la que yo he vuelto a nacer.
Cierro los ojos y veo su rostro. Una tórrida lágrima se derrama por mis mejillas y, pese a mi casi estado de inconsciencia, protesto. ¡No puedo irme! ¡No puedo fallarle de esta manera! ¡No puedo dejarla! Me arrastro hacia el bosque, huyendo de lo que no se puede huir…
Bella...
El nombre de mi novia se repite con incesante agonía. No duelen las heridas ni fracturas en mi cuerpo, duele el miedo de ya no verla más, de ya no poder contemplar sus ojos castaños, su sonrisa... Sus expresiones graciosas.
Bella, Bella...
Un tacto frío cogiéndome del hombro. Abro los ojos y, tras la nubosidad que cubre mi vista, contemplo la imagen de un ser perfecto. Pienso que es Dios, ¿O es acaso el Diablo en su forma divina? No importa. Lo único que quiero es otra oportunidad para vivir...
–Por favor – le suplico, con mi mano aferrando su brazo – No quiero morir... No ahora. ¡No me dejes morir!
El hombre de cabellos rubios y dorados ojos me mira con asombro, como si yo hubiera descubierto un gran secreto, como si el saber que él es quien puede salvarme fuera algo insólito.
–¡Por favor! – Vuelvo a rogar – No quiero irme de su lado... Quiero protegerla ¡Quiero estar con ella más tiempo!
Quiero estar con ella para siempre.
–No sabes lo que pides...
–¡Te doy mi alma! – Ofrezco con desesperación al sentir que los latidos de mi corazón se extinguen – te doy mi alma, pero no me arranques de su lado...
Y entonces, sucede. El hombre me sonríe tristemente, casi con lamento (lejanamente me pregunto el porqué), para después alzar mi brazo y dirigirlo hacia su boca. Una filosa presión sobre las venas de mi muñeca. Un gemido de dolor escapado de mis labios... Y las llamas del infierno comienzan a calcinar mi interior, a arrancar mi alma de mi piel de un modo tortuoso, a borrar gran parte de mis recuerdos, aunque su rostro y nombre están siempre presentes.
Bella...
Mi corazón comienza a latir frenéticamente. PUM, PUM, PUM, PUM... Después, se detiene. Silencio... En mi pecho ya no hay ni un solo movimiento. Debería de estar muerto, y, sin embargo, abro mis ojos y descubro que me he convertido en otra persona... en otro ser.
18/7/11
Posted by AnjuDark
TLCUE
Edward es un joven responsable, inteligente e hijo mayor de una familia con frecuentes dificultades económicas. Tras ser despedido de su trabajo, es contratado para trabajar en la mansión Swan como chófer. Ahí conocerá a Isabella, la engreída hija del multimillonario matrimonio, a quien tendrá que soportar con tal de tener recursos para ayudar a sus padres y lograr terminar de estudiar medicina.
Personajes Principales: Edward/Bella, Alice/Jasper
Género: Romance/Drama
Capítulos: 36 + un Final Alternativo.
Lo puedes leer AQUÍ
Posted by AnjuDark
De la Calle. Final. (Spoiler)
Las familias de varias partes del mundo se preparan para la cena de noche buena, la llegada de la navidad y, ¿porqué no decirlo? El frente frío más fuerte de la temporada. Así que, gente de Port Angeles y sus alrededores, abrigense muy bien, que este año, aseguran los meteorólogos, tendremos la noche más fría de las últimas tres décadas...
..
-¡¿Y cómo mierda se empieza desde cero?! - exigió saber él, el azul de sus ojos destellaba con una mezcla entre la rabia y el sufrimiento – No podemos hacerlo y lo sabes. ¡No podemos borrar todo lo que hemos visto y vivido! Tenemos cicatrices por todos lados. No existe un mejor mañana para nosotros... ¿Empezar desde cero? ¿Cambiarnos de ciudad y encontrar una mejor vida? ¿Desde cuándo crees en algo así? Hemos viajado juntos desde hace años, has visto con tus propios ojos que la calle es igual de injusta aquí y en todas partes. No es sólo Forks... A donde quiera que vayamos, nos encontraremos con un infierno.
..
-Tus manos están heladas.
-¿No te da asco?
-¿Asco? ¿Porqué?
-Seguramente aún huelen a sangre.
..
-Eres Cayo, ¿verdad? - preguntó con la voz enronquecida por el cólera.
-Lo soy – respondió el hombre de cabellos blancos, mirándole fijamente, sin señal de alguna alteración, de la misma manera a como él hubiese mirado a un enemigo si no hubiera conocido a Alice.
Jasper le apuntó con la pistola.
Esquizofrenia, Capítulo 3.
De fondo, la suave melodía invadía la pequeña estancia y llenaba el aire con una fragancia dulce, pasible. Ella escuchaba atenta, sus ojos sorprendidos perseguían el movimiento de los diez dedos que se deslizaban grácilmente sobre las teclas del piano hasta que finalmente se fijaron en el joven que, minutos antes, la había invitado a sentarse a su lado y ahora, tras dejar de interpretar la delicada nota, tomaba sus manos entre las suyas.
—Toca una vez más – pidió Violeta.
—¿Otra vez?
—¿Te molesta?
—No. Tocar me recuerda a ti. Te lo he dicho, ¿no?
Asintió, sonriente. Le alegraba saber que Genaro pensara en ella de vez en cuando. Le alegraba, pues, ella pensaba en él casi todo el tiempo.
—Te tengo una sorpresa – anunció Genaro, entregándole un sobre.
—¿Una sorpresa?
—Ábrelo.
Lo hizo y desplegó la hoja que venía dentro. Leyó con atención cada una de las líneas, esbozando poco a poco una extensa sonrisa conforme iba entendiendo que se trataba de un permiso para salir del sanatorio por un día.
—Genaro…
—Dime qué quieres hacer
—Me gustaría escucharte tocar el piano.
No había cosa alguna que le gustará más, aparte de su compañía.
—Vamos a mi casa, entonces.
—¿A tu casa?
—No pienso permitir que te quedes aquí cuando tenemos la oportunidad de salir – se puso de pie y la jaló suavemente para que hiciera lo mismo – Vamos. Hay una sorpresa en tu habitación.
—¿Otra? – se extrañó – ¿A poco hoy es mi cumpleaños?
—No lo sé – rió él – Pero, si quieres que así sea, así será también.
Genaro esperó en la pequeña sala donde la había visto por primera vez, desplegando aquellos recuerdos con lentitud, mientras Violeta contemplaba con una sonrisa pequeña la blusa tendida sobre las sábanas de su cama. Era un modelo sencillo color beige, de mangas largas y textura suave y fresca. No se preocupó en combinarla, sólo se limitó a ponérsela con un entusiasmo infantil, olvidándose totalmente del resto. Lo único que quería era que Genaro la viera, no deteniéndose a pensar si le sentaba bien o no el corte.
—¡Mira! – llegó corriendo hacia él, descalza, con el cabello muy alborotado y los holgados pantalones blancos de la clínica – ¡Estoy lista!
Y Genaro se echó a reír un buen rato, encantado, mientras ella le acompañaba, aunque no sabía el porqué de tan buen humor. Ella reía porque él reía, una reacción tan simple y espontánea como lo era el respirar.
—Ponte unos zapatos o te lastimarás los pies en cuanto salgamos – recomendó él, apenas y con aliento.
Violeta obedeció y al regresar ya traía puestos un par de tenis y había cambiado los pantalones blancos por unos pants, igual de holgados, pero color azul. Con el cabello no se podía hacer nada, iba tan enredado que los pájaros bien hubiera podido formar un nido en él sin mucho esfuerzo. En pocas palabras: la chica iba hecha un desastre, pero no importaba. Ella no sabía lo mal que se veía y la mirada de Genaro brillaba de ese modo que la hacía sentirse especial…
Dio un paso para salir de la clínica con firme decisión, pero al estar fuera y ver todo lo que le rodeaba, carros, edificios y casas, comenzó a titubear. De no ser por la mano de Genaro apretándose a la suya, hubiera dado media vuelta y regresado a su permanente encierro.
—Tengo miedo –confesó.
—No lo hagas. Yo estoy contigo y no te soltaré…
Y haciendo esa promesa la comenzó a guiar lentamente por las calles, sin soltarla en ningún momento como había prometido. Para Violeta, ver toda esa gente, todos esos puestos de golosinas y accesorios era una experiencia nueva. Esa simpleza, que se ausentaba en sus alucinaciones, hacían de todas ellas un escenario magnifico y real, convirtiendo las horas de caminata en minutos.
—Esta es mi casa – señaló Genaro – Ven, pasa.
Y Violeta aceptó la invitación, contemplando la elegante estructura con inocente curiosidad y quitándose los tenis en cuanto se percató del pulcro alfombrado.
—¿Qué haces? – preguntó él, divertido
—No quiero ensuciar.
—No es necesario que te preocupes por eso.
—¿Puedo hacerlo aún así? – pidió – Me gusta cómo se siente
—Claro – aceptó él, haciendo lo mismo y jalándola directo a la sala de piano.
—¿Y tus padres?
—Creo que no están.
—Es hermoso – se asombró Violeta al contemplar el piano de cola que se hallaba en el centro.
Genaro la condujo hasta él y, con modales de un caballero del siglo XIX, jaló la butaca, se inclinó un poco y, haciendo un gesto ridículamente elegante con la mano, dijo:
—Siéntense, madame.
Violeta obedeció, riendo. Después él se acomodó a su lado y, sin decir más, comenzó a pasear sus dedos por lo largo de las blancas teclas de marfil, produciendo un sonido suave y lento, que poco a poco se fue llenando de sentimiento. Violeta sintió que su alma era invadida por aquella ternura destilada; la sintió cantar en algún rincón secreto, sólo para ella, muy bajito y dulce, como si la estuviera arrullando.
—Esta es la melodía que te conté cuando te conocí – dijo Genaro al terminar de tocar – Love Remembered, de Philip Wesley.
—Es… - Violeta no hallaba las palabras para describirla – Gracias.
Él tomó sus manos con un poco de fuerza, enredado sus dedos entre los suyos y mirándola fijamente a los ojos. Su rostro había cambiado, se mostraba ahora un poco angustiado, pero para Violeta era algo natural. Estaba segura que ella tenía más o menos la misma expresión de miedo. Miedo de pensar, aunque fuera por un segundo, que el estar juntos era una mentira, que esa habitación, el piano y él desaparecerían en cualquier momento. La presión de la mano de Genaro duró otro par de minutos, después se fue relajando poco a poco. Violeta no podría decir en qué momento sus frentes se habían unido para quedar tan cerca, que podía sentir claramente la respiración de Genaro chocar contra la suya. De lo único que era consciente es que esa cercanía le provocaba algo… algo que, pese a que le revolvía el estómago, le gustaba.
—Violeta… – susurró Genaro, haciéndola estremecer, pues nadie antes había dicho su nombre con tanta calidez – Te quiero…
Lo miró a los ojos. En ellos ya no había miedo ni preocupación, en ellos había sinceridad. Ella permaneció en silencio, al no saber qué decir ni cómo interpretar ese “te quiero”. No recordaba que muchas personas se lo hubieran dicho antes. Solamente sus padres y su abuelita, pero Genaro no era parte de su familia, aunque lo consideraba como alguien muy importante. Además, ese “te quiero” era diferente; diferente y muy parecido al “te quiero” que ella, de no ser por su confusión, le diría a él.
Pensando en eso estaba Violeta, cuando Genaro acomodó una mano sobre su cuello y comenzó a acercarse, culminando la poca distancia que quedaba entre ambos y rozando sus temblorosos y resecos labios con tranquilidad, mientras ella respondía ese gesto con el cerrar de sus ojos y el relajamiento de su boca, disfrutando de ese beso que Genaro le daba, lento, tierno y delicado…
—Feliz cumpleaños – susurró él, sin apartarse mucho, sólo lo necesario para que pudieran recobrar la respiración…
…
Genaro la encontró quieta, con la punta de sus dedos presionando sus labios y los ojos cerrados. Sus mejillas estaba sonrojadas y su cuerpo temblaba un poco. Parecía recordar algo muy agradable, pues luego, sin dejar aquella postura, sonrió un poco, como que apenada, pero feliz. Esperó sin interrumpir, pues su imagen le resultaba gloriosa de la manera más extraña, como si la estuviera compartiendo de alguna forma. Con cuidado, tomó asiento frente a ella, contemplando aquella maraña color azabache que el viento revolvía a su gusto y el rostro moreno, un poco pálido y con ojeras, curiosamente familiar.
—¿Quién eres? – preguntó sin poderse contener. La muchacha abrió los ojos y le sonrió, como si su presencia allí no le sorprendiera.
—Genaro – volvió a llamarlo por su nombre con esa familiaridad que una parte de él creía recordar, pero se mostraba muy borrosa y distante – Gracias.
¿Gracias? ¿Por qué? ¿De qué? Frunció el seño, confundido.
—¿Nos conocemos?
—Toca otra vez – pidió ella, como si no lo escuchara - Por favor.
—¿Qué toque? ¿Qué cosa?
—¡El piano, tonto!
—¿El piano…?
—¡Sí! – se levantó y corrió a una banca cercana – ¡Ven! – lo llamó desde ahí y, a pesar de que Genaro sabía que la chica estaba actuando como una loca, aceptó.
—Amable caballero, ¿acaso no me invitará a tomar asiento? – inquirió Violeta con teatral elegancia, arrancándole una sonrisa.
—Claro – siguió Genaro aquel juego con una naturalidad que le sorprendió – Permítame ayudarla, madame.
Pero Violeta, aunque ni ella misma pareció percatarse de ello, esquivó su mano y tomó asiento.
—Es un piano hermoso.
—Tengo uno mejor – dijo él, con voz baja, como quien dice un secreto
—¿En serio?
—Cierra los ojos y te llevaré hasta él – prometió. Violeta lo hizo y él volvió a sonreír por su ingenuidad. Luego tomó una de sus manos con cuidado, temeroso de que ella lo rechazara como lo había hecho segundos antes, comprobando al momento que aquel tacto frío le resultaba, como muchas cosas referentes a esa niñita, conocido.
La llevó a la sala de piano de la clínica psiquiátrica, en la misma que la había visto ayer, y la ayudó a sentarse a su lado.
—Ya puedes abrir los ojos – indicó, soltando sus manos para acomodarla sobre las teclas del piano – ¿Qué quieres que toque?
—Love Remembered – contestó Violeta y él se sorprendió.
Esa melodía era especial. Por alguna razón siempre la mantenía presente en su mente y no había noche alguna en la que no la tocara antes de ir a dormir… pues con ella siempre soñaba estar sentado al lado de alguien en una agradable y fresca habitación…
Una agradable y fresca habitación... Alguien especial junto a él…Cuando terminó de tocar, Genaro fijó su mirada en la pequeña muchacha que se hallaba a su lado. Y entonces comprendió que su silueta era muy parecida a la de persona que le acompañaba en sus sueños.
—¿Quién eres tú? – preguntó por segunda vez, más por necesidad de saber que por curiosidad.
Y ella, mirándole a los ojos, contemplando en ellos aquella angustia y aquel miedo que, alguna vez, llegó a apreciar en un pasado, respondió:
—Soy Violeta…
—Violeta – repitió él, esforzándose por aclarar los obscuros recuerdos – Parece que sabes mucho de mí… ¿Por qué?
—Yo…
—¡Genaro! – estalló una voz, interrumpiéndolos…
5/1/11
Posted by AnjuDark